La cortesía en los negocios
Llamadas pendientes de devolver, correos sin contestar, silencio. Las personas y las empresas tendemos a complicarnos la vida. Buscamos la excelencia en la técnica, en los procesos, buscamos programas más efectivos, productos más competitivos, nuevos mercados, cualquier cosa que haga que nuestra empresa salga a flote, se mantenga en el mercado o sea líder del sector.
Desde hace ya tiempo sabemos que la correcta gestión de las emociones es la clave para una vida plena, tanto en el ámbito privado como en el público y profesional. Las emociones gobiernan nuestras relaciones y, al fin y al cabo, los negocios son relaciones personales en un contexto profesional. Gestionar nuestras emociones correctamente es tan importante como gestionar bien las emociones que hacemos sentir a los demás. El viejo adagio trata a los demás como quieras que te traten a ti es loable, pero es más preciso el siguiente lema: trata a los demás como quieren ser tratados (ellos, claro). Por ello, puede que a mí me importe poco que alguien me conteste un correo con un ok, recibido, pero quizás a quien me ha enviado el correo sí le importe que yo le informe de su recepción. Quizás una llamada hoy en lugar de mañana denotará mi interés en esa persona, en ese negocio. Si la dejo para el día siguiente puede que el destinatario crea que su oferta no me interesa o le ofrece su producto a otro que reaccione antes.
Del mismo modo, cuando alguien ha invertido su tiempo en crear y enviar su currículum para la oferta que he publicado, ¿qué menos que agradecérselo? Quizás algún día sea yo quien deba agradecerle su atención.
A menudo, asistimos a complejas campañas para la irrupción en un mercado extranjero: calculamos costes, creamos infraestructuras, seleccionamos equipos específicos, creamos alianzas… pero olvidamos lo esencial. La cortesía específica de cada cultura es la clave para integrarse en un mercado y obtener relaciones fructíferas. Lo esencial en los negocios es el establecimiento correcto y equitativo de relaciones personales. Deberíamos esforzarnos por conocer qué es lo correcto y equitativo en cada ocasión, con cada persona y aplicarlo.
La cortesía debe ser entendida, en primera instancia, como tener en cuenta lo que piensan los demás, lo que necesitan, los códigos que utilizan. En suma, empatía. Ello no implica ni sometimiento ni que debamos hacer lo que los demás nos piden por el mero hecho de hacerles felices. En segunda instancia, la cortesía significa comunicar a los demás que les tenemos en cuenta, que hemos recibido su mensaje, que no nos olvidamos de ellos. Este simple gesto hace que la relación, comunicación o negocio pueda seguir desarrollándose.
La ansiedad, la frustración por incomunicación, la impaciencia, el miedo al rechazo y tantas otras emociones pueden gestionarse de manera correcta y beneficiosa para todos con un simple acto de cortesía, de deferencia con los demás.
Solemos perdernos en la complejidad para olvidar lo esencial: que los tratos, los negocios, los balances, el éxito dependen a menudo de algo tan sencillo como una llamada a tiempo, un correo, un gracias, un por favor, una mirada de afecto y consideración o una sonrisa.
Esta herramienta de gestión no se estudia, no forma parte de grandes cuadros de proyecto, no es una medida costosa ni siquiera compleja de aplicar y, sin embargo, sus efectos son duraderos, siempre positivos.
Siempre me he preguntado por qué cuando vendemos somos tan educados, amables, corteses en suma. En cambio, cuando ya tenemos al cliente, al empleado o al partner dejamos de emitir esas buenas vibraciones. Es más, a menudo apagamos la antena.
¿Y luego queremos que nos paguen, que se entusiasmen con el trabajo, que nos tengan en cuenta en las decisiones?
El día que en los másteres o estudios de grado exista la asignatura cortesía, amabilidad o algo parecido, significará que ya hemos interiorizado la necesidad de practicarla de manera ordinaria y que formará parte de nuestro bagaje profesional. Mientras tanto, si cada uno de nosotros es capaz de ser un poco más cortés cada día, el mundo de los negocios acabará por incorporar la cortesía como herramienta de gestión. Y todos, absolutamente todos, trabajaremos mejor.
Iolanda Guiu es Socia de Barton Consultants
Fuente: Cinco Días
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